Las vacaciones en el pueblo han sido siempre una constante en las familias españolas. En el pueblo se encuentra descanso, tranquilidad, entretenimiento y muchos, pero que muchos, buenos recuerdos.
Foto 1: Imágen panorámica de Toral de los Guzmanes (León)
Estoy convencido que mi historia coincide con la de muchas otras familias en toda España, así que a muchos de vosotros este relato os resultará familiar.
Llega el verano y, con él, los planes para pasar las vacaciones. No faltan planes en la playa o en la montaña; de camping o viajando al extranjero. Afortunadamente para mí, lo que nunca me ha faltado, en los últimos 35 años, es un pueblo donde pasar mis vacaciones de verano. Toral de los Guzmanes (León). Mi pueblo. Casi mi casa. Pueblo situado en la vega del río Esla que, dentro de sus pequeñas dimensiones, guarda todo lo necesario para que, cada año, puedas disfrutar de las mejores vacaciones nunca soñadas.
Album 1: Imágenes de diferentes puntos de interés en Toral de los Guzmanes (León).
Libertad
Viajemos por un momento a los años 90 y principios de los 2000. Algo que siempre recuerdo con añoranza es la sensación de libertad que viví entre sus calles, casas, corrales y patios. Esa libertad patrocinada inicialmente por mis padres y muy bien gestionada por mi abuela y mis tíos. La premisa era la siguiente: “Puedes hacer todo lo que quieras. Siempre y cuando, antes de hacerlo, vengas a decirme dónde vas”. Decía mi abuela Ita.
¡Obviamente esto solamente es posible en el pueblo! Gracias a estas pautas pude disfrutar durante muchos años de cantidad de actividades que en los meses de julio y agosto se resumían en la siguiente rutina. Levantarme – Desayunar – Jugar – Comer – Siesta – Piscina – Merendar – Jugar – Cenar – Jugar – Dormir.
Amistad
Es aquí en el pueblo dónde comenzaban a forjarse las amistades. Un “Gran Hermano”, sin cámaras, dónde los que hoy eran tus amigos inseparables al día siguiente no querían ir contigo. Dónde los problemas se solucionaban con conversaciones entre las partes, generalmente con un mediador que, finalmente, hacía que todos volviésemos a ser amigos de nuevo. Dónde los asturianos, madrileños y gallegos eran bienvenidos. También los de Albacete o Bilbao, aunque hiciera un año que no los veías y casi no te acordaras ni de ellos. Todos formábamos esa gran pandilla que recorría el pueblo en bici, intentaba hacer cabañas en algún lugar escondido y jugaba al escondite, al pañuelito o al encuentro en esas noches inolvidables e irrepetibles del verano. Sí, niños de 5 a 12 años jugando por las calles, por la noche, sin la supervisión de sus padres. ¡Bendita locura!
Familia
Gracias a la familia pudimos disfrutar del pueblo y aún seguimos haciéndolo. Tus abuelos y tíos se convertían en tus padres; tus primos se convertían en tus hermanos y todo el resto de primos segundos, parientes y conocidos te observaban y te cuidaban en la distancia como si fueras hijo propio. A cambio, en ocasiones tenías que soportar besos y achuchones no siempre deseados. Pero todo era con cariño. Al fin y al cabo, en algún punto del árbol genealógico no muy lejano, seguro que esa persona era parienta tuya. También era importante recordar que nunca sabías cuando alguien podía darte una pequeña propina. 50 pesetas (al cambio de hoy 0,30€) eran un lujo con el que podías comprar un “patapalo”, varios “flashes” o un buen puñado de chucherías.
Foto 2: Plaza "El Sol Grande" proxima a la entrada por la carretera N-630.
Aprendizaje
Con 5 o 6 años, comenzábamos a tener nuestras pequeñas responsabilidades. Por supuesto, a cumplirlas antes de poder jugar o andar con tus amigos. Cuando no había que ir a comprar el pan, había que ir a la tienda. Sino, a hacer un recado para tu tía, para la vecina o para algún conocido que te lo pidiera. Aún recuerdo las esperas en la cola de la pescadería o de la carnicería. Aquí, además de responsabilidad, aprendías a socializar. Normalmente las preguntas iban desde: ¿Y tú de quién eres? hijo. Pasando por ¿Qué tal tú madre/ padre / abuela, etc? O afirmaciones del tipo ¡Cómo has crecido! o ¡Estás más gordico! Ahora sí, el máster en responsabilidad venía cada día con las horas de las comidas. ¡Eran sagradas! A las 2 en punto en casa para comer. Lo mismo sucedía con la cena a las 21.30h.
Foto 3: Fuente y bancos en la Plaza Santa María, en frente de la iglesia del mismo nombre.
Algunas veces he pensado por qué no tenía un especial interés por ir a un campamento de verano, ir de vacaciones a la playa o hacer camping en un lago. Mucha gente pudiera pensar que fue una desventaja no vivir esas experiencias de niño. Sinceramente, nunca lo he creído así. Muy al contrario, siempre me he sentido un privilegiado por haber disfrutado de las experiencias más enriquecedoras de la vida desde muy pequeño.
Cojamos por un momento una “baticao” de los veranos de entonces. Mezclemos estas experiencias... y, ¿qué tenemos? El batido perfecto. Ese que si alguna vez has probado, estarás deseando volver a degustar cada nuevo verano.
Si a veces te preguntas, como yo, por qué deseas tanto volver al pueblo, Gloria Estefan en una de sus canciones te da la respuesta: “...porque tiene tus raíces y lo que dejaste atrás.”
Por eso te encanta, como a mí, volver a tu pueblo. Volver a tu tierra.
¡Feliz verano!
PD.- Muchas gracias a Gloria A. por facilitarme las fotos.
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